Midnight Zone - Julian Charrière





Entrevista de Pedro Alonzo con Julian Charrière
PA - Inicialmente, ¿qué llamó tu atención sobre la minería en aguas profundas?
JC - Mi trabajo siempre ha estado enfocado en las geologías ocultas que sostienen la civilización humana: las estructuras profundas bajo nuestros pies y cómo estas moldean la vida en la superficie. Los minerales de la corteza terrestre han impulsado cada avance tecnológico, cultural y científico, pero rara vez nos detenemos a reflexionar sobre esta realidad subterránea. El diálogo con el "inframundo" se encuentra en los márgenes de nuestra conciencia, como si prefiriéramos no confrontar los orígenes de las tecnologías y objetos que definen nuestra vida cotidiana. Los sistemas y materiales que impulsan la sociedad moderna a menudo permanecen misteriosos, inexplorados, aceptados como si fueran magia.
Esta falta de reflexión sobre la geología y el tiempo profundo, y sobre cómo la realidad material influye en nuestros paisajes culturales, finalmente me llevó a las profundidades oceánicas. El fondo marino representa una de nuestras últimas fronteras, tanto geográficas como conceptuales. Lejos de ser un vacío, las profundidades del océano están cargadas de potencial imaginativo: un lugar para proyecciones y sueños. Me atrajeron las formaciones minerales que se encuentran allí, desde los respiraderos volcánicos hasta los nódulos polimetálicos que pudieron haber desempeñado un papel en los mismos orígenes de la vida. Mi exploración me ubicó en la intersección de la ambición humana y las fuerzas naturales, un espacio a menudo marcado por la explotación, como en el caso de la minería en aguas profundas.
La extracción de recursos del océano profundo es una de las preguntas ambientales más urgentes de nuestro tiempo. Estas llanuras abisales, ocultas a la vista humana, contienen vastas reservas de metales esenciales para la llamada "Revolución Verde". Pero, ¿a qué costo? ¿Comprendemos realmente el impacto de extraer recursos de ecosistemas que, en su mayoría, están inexplorados y apenas entendidos? El océano profundo es un nodo vital en los procesos más amplios de la Tierra, como el ciclo del carbono, que conecta estas realidades con la superficie. Debemos considerar las implicaciones cuidadosamente antes de empujar los límites de la extracción aún más lejos.
PA - En Midnight Zone, te enfocas en la Zona de Fractura Clarion-Clipperton. Nunca había oído hablar de ella antes de que la mencionaras, y ahora parece estar en todas partes. ¿Quién te habló de esto?
JC - Cuando comencé a investigar las profundidades oceánicas y la llanura abisal, rápidamente me encontré con la Zona de Fractura Clarion-Clipperton (CCZ). Este lugar me cautivó por su magnitud y su importancia oculta. Con una extensión de aproximadamente 4.5 millones de kilómetros cuadrados entre Hawái y México, esta zona rica en minerales del lecho marino del Pacífico es ahora un objetivo principal para la minería en aguas profundas debido a su abundancia de nódulos polimetálicos. Estos nódulos, pequeños depósitos en forma de papa, son ricos en metales críticos como manganeso, níquel, cobalto y cobre, esenciales para todo, desde baterías hasta tecnologías de energía renovable.
Pero la prisa por estos recursos tiene un costo. El lecho marino de la CCZ alberga ecosistemas únicos y en gran parte inexplorados, hogar de especies sobre las que sabemos muy poco. La perspectiva de perturbar estos frágiles entornos a través de la minería, sin comprender completamente las consecuencias, plantea profundas preguntas éticas y ambientales. Estos ecosistemas profundos juegan un papel fundamental en los procesos globales, incluidos los ciclos del carbono esenciales para la vida en la Tierra. Como artista, siento la obligación de llamar la atención sobre lugares como este, especialmente aquellos tan alejados de la vida cotidiana que son fáciles de ignorar.
Incluso más fascinante es la existencia del “oxígeno oscuro” producido en estas profundidades sin luz a través de procesos abióticos, que sostienen la vida aeróbica en ambientes anóxicos. Los mismos nódulos pueden generar corrientes eléctricas lo suficientemente fuertes como para dividir las moléculas de agua marina en oxígeno e hidrógeno. Estos procesos, que ocurren en la oscuridad, no son solo maravillas de la naturaleza, sino vitales para la vida tal como la conocemos. La minería corre el riesgo de desestabilizar estos sistemas intrincados en la búsqueda de un progreso tecnológico a corto plazo.
La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés), que regula la minería en aguas internacionales, ha estado acelerando los contratos de extracción mientras las protecciones ambientales van rezagadas. Esta priorización de la extracción sobre la conservación plantea serias preocupaciones. Como artista, siento una responsabilidad de poner estos temas en el ojo público, de hacer que la gente cuestione los costos ocultos del progreso. Lugares como la CCZ nos obligan a considerar qué estamos dispuestos a sacrificar por las tecnologías del futuro. Para mí, se trata de crear un espacio para la reflexión: sobre cómo estamos conectados con estos reinos invisibles y lo que estamos a punto de perder.
PA - ¿Puedes contarnos más sobre Midnight Zone?
JC - Midnight Zone es el punto de partida de un viaje más largo hacia las profundidades ocultas del océano. Es una “máquina de sueños abisales” que proyecta luz en la oscuridad y encuentra vida oceánica en su camino. El proyecto comienza en aguas costeras y sigue una lámpara de faro mientras desciende a través de las capas de la columna de agua, llegando finalmente a las profundidades sobre la Zona de Fractura Clarion-Clipperton. Este viaje se convierte en una metáfora: un acto performativo que refleja la tensión entre la exploración y la explotación en un lugar tan distante y oscuro que casi desafía nuestra comprensión.
El proyecto plantea preguntas sobre cómo podemos conectarnos emocionalmente con las profundidades del océano, con lugares que están más allá de nuestro alcance físico pero que son profundamente afectados por la actividad humana. Con Midnight Zone, me enfoco en lo que podría perderse: los innumerables organismos que se reúnen alrededor de este punto de luz bajo el agua, convirtiéndolo en un sitio de encuentro, un retrato de los ecosistemas entretejidos en las profundidades.
En el océano no hay fronteras, solo ecotonos. A medida que la lámpara desciende hacia la llamada zona abisal—un reino donde la luz del sol nunca penetra y la única luz que existe es la bioluminiscencia—se convierte en un símbolo dual: un faro de esperanza y también de peligro. Representa nuestra presencia en un espacio frágil y poco comprendido, donde quizás deberíamos actuar con mayor cuidado. La lámpara es una alegoría de nuestra especie: iluminadora pero también amenazante.
PA - Tus proyectos artísticos recuerdan a las expediciones del siglo XIX a lugares exóticos, o incluso a atracos de bancos. ¿Qué papel juega la aventura en la narrativa de tu trabajo?
JC - En esencia, mi trabajo trata sobre el encuentro: crear situaciones que inviten a una interacción directa y vibrante con un lugar. Evito la palabra “entorno” porque sugiere una sensación de distancia, como si fuéramos meros espectadores en lugar de participantes. Somos parte del mundo, inseparables de él; somos el mundo, al igual que el mundo está dentro de nosotros. El lenguaje a menudo no logra capturar esta relación íntima y compleja.
Para mí, encontrarme con el mundo significa aventurarme en lugares, vivirlos, sentir cómo resuenan y entrar en diálogo con ellos. Algunos podrían llamarlo “trabajo de campo”; en efecto, es una forma de trabajo sobre el terreno, pero lejos de ser una exploración tradicional. No se trata de explorar como búsqueda o conquista, al estilo de un científico de campo del siglo XIX; es un acto de inmersión, un proceso de escucha e introspección, de conectar con la presencia única de un lugar, ya sea un paisaje remoto o una esquina de Berlín. Este enfoque me permite ir más allá de una perspectiva antropocéntrica y abrirme a lo que un paisaje, un ser o una formación geológica podrían revelar.
Lo que me impulsa es el deseo de escuchar al mundo, de escuchar con él, de intentar oír lo que tiene para compartir con nosotros.**
PA - Colaboras regularmente con científicos y expertos para obtener datos y perspectivas sobre nuestro entorno, pero tu trabajo trasciende los hechos. ¿Tu objetivo es crear una conexión emocional entre el espectador y el entorno? ¿Consideras lo cognitivo secundario frente a lo emocional?**
JC - En un mundo donde la especialización a menudo fragmenta nuestra visión, me di cuenta desde temprano que entender la complejidad de la realidad requiere un enfoque multidimensional. La perspectiva del artista es ilimitada, incluso si el arte en sí tiene sus propias convenciones. Para mí, sumergirme en otras disciplinas—extraer de sus métodos, recursos y supuestos implícitos—es esencial. Me fascina cómo se forma el conocimiento a través de diferentes campos, desde la ciencia hasta la filosofía, la literatura y las humanidades. Cuando hablo de ciencia, lo hago en su sentido más amplio, abarcando desde la biología hasta la física y más allá.
Mi interés no reside únicamente en las respuestas que estos campos ofrecen, sino también en sus silencios y puntos ciegos. Adoptar sus lentes me permite expandir las mías, creando obras que expongan las complejidades del mundo que habitamos. El arte, quizás más que cualquier otro medio, tiene el poder de empujar los límites del debate climático. La crisis no es solo ambiental; es una crisis de imaginación, una falla en nuestra sensibilidad. El arte tiene el potencial de recalibrar nuestra perspectiva, ayudándonos a reconsiderar nuestro lugar en el mundo, algo vital si queremos enfrentar los desafíos que se avecinan. El compromiso emocional que el arte puede provocar es tan impactante como cualquier informe científico o artículo de noticias.
Las personas sienten profundamente, pero a menudo están entumecidas por el flujo interminable de información. No abogo por menos conciencia—es crucial recordar, día a día, que estamos corriendo hacia un muro con casi nada de tiempo para detenernos. Pero también es importante reconectarnos con nuestros sentidos, sintonizar tanto con el mundo como dentro de él. El arte debe servir como un vehículo para esta recalibración, anclándonos en medio del ruido y restaurando un sentido de presencia.
Interview by Pedro Alonzo with Julian Charrière
PA - Initially, what drew your attention to deep-sea mining?
JC - My work has long been focused on the hidden geologies that sustain human civilization—the deep structures beneath our feet and the ways they shape life on the surface. Minerals from the Earth’s crust have fueled every technological, cultural, and scientific advancement, yet we seldom pause to consider this subterranean reality. The dialogue with the “underland” sits on the fringes of our awareness, as if we’d rather not confront the origins of the technologies and objects that define our daily lives. The systems and materials that drive modern society often remain mysterious, unexamined—accepted as if by magic.
This absence of reflection on geology and deep time, and on how material reality influences our cultural landscapes, eventually led me to the ocean depths. The seafloor represents one of our last frontiers, geographically and conceptually. Far from an empty void, the ocean’s depths are charged with imaginative potential—a place for projection, for dreams. I was drawn to the mineral formations lying there, from volcanic vents to polymetallic nodules that may have played a role in the very origins of life. My exploration placed me at the intersection of human ambition and natural forces, a space often marked by exploitation, such as in the case of deep-sea mining.
The drive to mine the deep ocean is one of the pressing environmental questions of our time. These abyssal plains, hidden from human sight, contain vast reserves of metals essential to the so-called “Green Revolution.” But at what cost? Do we truly grasp the impact of extracting resources from ecosystems that are, for the most part, unexplored and barely understood? The deep ocean is a vital node in Earth’s larger processes, like the carbon cycle, which connects these realms to the surface. We need to consider the stakes carefully before pushing the boundaries of extraction further.
PA - For Midnight Zone, you focus on the Clarion-Clipperton Fracture Zone. I’d never heard of it before you brought it to my attention, and now it seems to be everywhere. Who informed you about this?
JC - When I began investigating the ocean’s depths and the abyssal plain, I quickly came upon the Clarion-Clipperton Fracture Zone (CCZ). This place captivated me for its sheer scale and hidden importance. Spanning roughly 4.5 million square kilometers between Hawaii and Mexico, this mineral-rich expanse of the Pacific seabed is now a prime target for deep-sea mining due to its wealth of polymetallic nodules. These nodules, small potato-like deposits, are rich in critical metals like manganese, nickel, cobalt, and copper, essential for everything from batteries to renewable energy technology.
But the rush for these resources comes with a cost. The CCZ seabed hosts unique, largely unexplored ecosystems, home to species we know almost nothing about. The prospect of disrupting these fragile environments through mining—without fully understanding the consequences—raises profound ethical and environmental questions. These deep ecosystems play a fundamental role in global processes, including the carbon cycles essential to life on Earth. As an artist, I feel compelled to draw attention to such places, especially those so removed from daily life that they are easy to ignore.
Even more fascinating is the existence of “dark oxygen” produced in these lightless depths through abiotic processes, supporting aerobic life in anoxic environments. The nodules themselves may generate electric currents strong enough to split seawater molecules into oxygen and hydrogen. These processes, unfolding in darkness, are not just marvels of nature but vital to life as we know it. Mining risks destabilizing these intricate systems in pursuit of short-term technological progress.
The International Seabed Authority (ISA), which governs mining in international waters, has been fast-tracking mining contracts while environmental protections lag behind. This prioritization of extraction over preservation raises serious concerns. As an artist, I feel an obligation to bring these issues into the public eye, to make people question the hidden costs of progress. Places like the CCZ force us to consider what we’re willing to sacrifice for future technologies. For me, it’s about creating a space for reflection—on how we’re connected to these unseen realms and what we stand to lose.
PA - Can you tell me more about Midnight Zone?
JC - Midnight Zone is the starting point of a longer journey into the ocean’s hidden depths. It’s an “abyssal dream machine,” casting light into the darkness and encountering oceanic life along the way. The project begins in coastal waters and follows a lighthouse lantern as it descends through the layers of the water column, ultimately reaching the depths above the Clarion-Clipperton Zone. This journey becomes a metaphor—a performative act reflecting the tension between exploration and exploitation in a place so distant and obscure it nearly defies comprehension.
The project opens up questions about how we might connect emotionally with the deep sea, with places that are beyond our physical reach yet deeply impacted by human activity. With Midnight Zone, I focus on what might be lost—the countless organisms that gather around this underwater point of light, turning it into a site of encounter, a portrait of the ecosystems woven throughout the deep.
In the sea, there are no borders, only ecotones. As the lantern descends into the so-called midnight zone—a realm where sunlight never penetrates and light exists only as bioluminescence—it becomes a dual symbol: a beacon of hope and also of danger. It represents our presence in a fragile, poorly understood space where perhaps we should tread lightly. The lantern is an allegory for our species—illuminating yet threatening.
PA - Your artistic projects resemble 19th-century expeditions to exotic locations or even bank heists. How does adventure play into your work’s narrative?
JC - At its core, my work is about encounter—creating situations that invite direct, vibrant interaction with a place. I avoid the word “environment” because it suggests a sense of distance, as if we were spectators rather than participants. We are part of the world, inseparable from it; we are the world, just as the world is within us. Language often fails to capture this intimate, intricate relationship.
For me, encountering the world means venturing into places, living them, feeling them resonate, and entering into dialogue with them. Some might call it “fieldwork”; it is indeed a form of work on the ground, but far from traditional exploration. This isn’t exploration as quest or conquest, like a 19th-century field scientist—it’s an act of immersion, a process of listening and introspection, of connecting with the unique presence of a place, whether it’s a remote landscape or a corner of Berlin. This approach lets me step beyond an anthropocentric perspective and opens me to what a landscape, a being, or a geological formation might reveal.
What drives me is the desire to listen to the world, to listen with it, to try and hear what it has to share with us.
PA - You regularly work with scientists and experts to provide data and insights about our environment, yet your work transcends facts. Is your goal to create an emotional connection between the viewer and the environment? Do you see the cognitive as secondary to the emotional?
JC - In a world where specialization often fragments our vision, I realized early on that understanding reality’s complexity requires a multi-angled approach. The artist’s perspective is boundless, even as art itself has its own conventions. For me, diving into other disciplines—drawing from their methods, resources, and unspoken assumptions—is essential. I’m captivated by how knowledge forms across fields, from science to philosophy, literature to the humanities. When I speak of science, I mean it in its broadest sense, spanning biology to physics and beyond.
My interest lies not only in the answers these fields offer but also in their silences and blind spots. By adopting their lenses, I aim to expand my own, creating works that expose the intricacies of the world we inhabit. Art, perhaps more than any other medium, has the power to push the boundaries of the climate debate. The crisis isn’t only environmental—it’s a crisis of imagination, a failure of sensibility. Art has the potential to recalibrate our perspective, to help us reconsider our place within the world, which is vital if we are to confront the challenges ahead. The emotional engagement that art can provoke is as impactful as any scientific report or news article.
People feel deeply but are often numbed by the endless flow of information. I’m not advocating less awareness—it’s critical to remember, day by day, that we’re racing toward a wall with almost no time left to stop. But it’s equally important to reconnect with our senses, to tune in, both with and within the world. Art should serve as a vessel for this recalibration, anchoring us amid the noise and restoring a sense of presence.
Project Details/Detalles del proyecto
Exhibida por primera vez en el marco del Foro Mar de Cortés, Los Cabos, Playa Boca del Tule, en noviembre de 2024.
Presentación en México gracias al generoso apoyo de la Fundación Coppel.
First exhibited as part of the Foro Mar de Cortés, Los Cabos, Playa Boca del Tule, in November 2024.
Presented in Mexico thanks to the generous support of Fundación Coppel.
Credits and Acknowledgments/ Créditos y agradecimientos
Curator/ Curador: Pedro Alonzo
Curatorial Assistant/ Asistente curatorial: Inés Maldonado Cabañas
Producción Museográfica/ Museographic Production: Marcos Ysair Pérez Botello
Museografía/Museography: Fernando Ben Israel Acuña Ramos, René Chapela Salazar, Daniel Abad Gallegos, José Luis Pérez Montes y Armando Gaber Lugo Vázquez
Construcción (Tablarroca)/ Construction (Drywall): Víctor José Galindo Hernández, Reyes Javier Galindo Hernández, Ángel Leonel Martínez Pereza, Diego Antonio Martínez Pérez, Cuauhtémoc González González, Avelina Hernández Piñón, Ángel Martínez Morales, Jaime Martínez Morales, Mario Izquierdo Salazar
Montaje Audiovisual/ Audiovisual Installation: Juan Carlos Rojo, Ernesto Solís Sánchez y Edgar González Gómez
Expedition/Expedición
ROV Operator and Camera: Antoine Drancey
ROV Operator Assistance: Brieg Dufée
Marine Engineer: Christophe LeClercq
Underwater Camera: Adil Schindler
Production Assistance: Runar Jarle Stray Wiik
Underwater Guide and Safety Diver: Sten Johansson
Production Management (Berlin): Hannah Weidner
Onsite Production and Coordination: Tanya Johansson and Sten Johansson
Boat owner and operator: Dora Sierra
Boat owner and operator: Susan Long
Captain (Crew): Pablo
Engineer (Crew): Noberto
Chef (Crew): Manuel
Steward (Crew): Cinco
Panga Driver (Crew): Manolo
Panga Driver (Crew): Everardo
Divemaster (Crew): Leonardo
Divemaster (Crew): Jerson
Postproduction/ Postproducción
Editor: Johannes Förster
Editing Assistant: Leoni Faschian
Compositing Artist Lead: Sean Sams
Compositing Artist: Kalle Max Hoffmannm Neil Reynolds
Composition & Sound Design: Nino Theys
Post production management: Johannes Förster
Post production Management Assistance: Hannah Weidner
The artist would also like to thank/El artista también desea agradecer a:
Andreas Beitin (Kunstmuseum Wolfsburg)
Roland Wetzel (Museum Tinguely)
Carlie Wiener (Schmidt Ocean Institute)
Logan Mock (Schmidt Ocean Institute)
OMR Gallery
And his whole Berlin Studio Team/Y a todo su equipo del estudio en Berlín
IG @julian.charriere
Images: Julian Charrière, Midnight Zone, 2024. Copyright the artist; VG Bild-Kunst, Bonn, Germany